26 de febrero de 2005

Crónica de un recuerdo

Queridos bloggeros,

aquí os dejo con un escrito que preparé, junto con mi compañera de piso, para una clase de español. Es del estilo de José María Merino.

Crónica de un recuerdo

Postrado sobre su cama, dando gracias a Dios por no haber perdido ningún
miembro y ya curado de sus quemaduras, oía los alaridos de los compañeros
heridos gravemente por los fusiles y granadas y veía a través de la ventana las
sombras de la gente que llegaba sin cesar al mismo lugar donde todos acababan,
al hospital militar.
El recuerdo del frente bajo el cielo gris saturado de
odio era como una pesadilla sin fin. Por primera vez en su vida había
presenciado el infierno. La muerte lo perseguía a cada instante sin llevárselo
del todo, pero matando su interior con cada grito que escuchaba.
Él no había
contado con eso un par de años atrás. Desde muy joven tenía claro que quería ser
maestro. Aplicado en la escuela y trabajador en las faenas del campo, como buen
hijo de labradores, llevaba todos los días las ovejas al cerro y por las noches
estudiaba para sacarse el bachillerato. Tras mucho esfuerzo logró su deseo y fue
destinado a aquel maravilloso pueblo, donde la conoció.
Ella apareció en
aquella noche de San Juan, delante de la hoguera que los mozos del lugar habían
encendido y lo hechizó con sus cálidos ojos color miel y la suavidad de sus
movimientos. Desde aquel momento supo que iban a ser el uno para el otro, y
siguiendo la tradición, pidió su mano a los pocos meses.
Sin embargo, la
guerra castigó su breve vida conyugal llevándoselo a la angustia del frente. Las
pocas cartas que ella le escribió nunca llegaron a sus manos, como tampoco
ninguna noticia, pero la añoranza no se extinguía.
Aquella lluvia de fuego
los había despertado hacía una semana mientras dormitaban en las trincheras bajo
la poca claridad de una luna escasa. Los compañeros como él que pudieron huir de
la explosion fueron los más afortunados. Los que no pudieron escapar sucumbieron
bajo la cruel noche de junio.
Era la hora de comer y los pocos víveres
destinados a los heridos no llenaban sus estómagos vacíos. El sabor era lo de
menos, lo importante era poder llevarse algo a la boca, aunque solo fuera una
pizca de pan.
La vida en el hospital se resumía en una penosa sucesión de
quejidos. Lo único que le quedaba era pensar en ella. Ella era lo único que él
tenía en este mundo, y no sabía ni donde encontrarla ni, lo que era peor, si
ella estaba viva.
La nostalgia de un amor corto, pero intenso, le daba una
pequeña fuerza para seguir en este mundo. Soñaba despierto con tocar su melena
negra, con besar sus mejillas sonrosadas y sus labios llenos de ternura. Volvió
al pueblo y a San Juan, recordó el rumor del agua del río que tantas veces
habían oído los dos juntos, tumbados en la hierba y queriéndose, antes del
horror.
Pero algo le hizo volver de repente de su ensoñación...

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